En el período medieval (1096-1438) la cirugía adquiere gran desarrollo y el cristianismo inicia su obra de solidaridad humana propiciando la organización de hospitales y asilos para enfermos. Los conocimientos sobre las hemorroides se hacen más vagos, se pierde el término hemorroides, siendo reemplazado por el de «emorides», «amouranes», «amourrances», «amereaudes», etc., y además estos términos parece que se refieren más al conjunto de afecciones anales que al propio proceso hemorroidal en sí. En esta misma época san Fiacro (Fiacre en francés, Fiachra en celta), patrón de los jardineros, se convierte en el patrón de los enfermos de hemorroides, y esta enfermedad en el llamado «mal de san Fiacro».
¿Quién era este san Fiacro? Al parecer era el primer hijo de Eugenio IV, rey de Escocia (alrededor del año 600), que prefirió seguir la senda religiosa y marchó a Francia con su hermana Sira. Se estableció en la diócesis de Meaux (departamento del Sena y Marne), no lejos de París, cuyo obispo era san Faron. Sira entró en un convento y a su muerte fue canonizada como una de las vírgenes santas de la Iglesia. Su hermano Fiacro llevó una vida de ermitaño en Breuil, en Brie, en un lugar que se llama hoy Saínt Fiacre. No quiso regresar a Escocia para suceder a su padre en el trono y recibió las órdenes sagradas de san Chilain, noble escocés que vino a su encuentro desde Roma.
La fama de Fiacro se extendió rápidamente y acudía gente de todas partes y de todas las clases sociales a visitarle y, naturalmente, le llevaban también enfermos.
Como necesitaba un terreno mayor que el que tenía, se lo pidió a su obispo. La leyenda dice que san Faron estaba dispuesto a cederle todo el terreno que él pudiese conseguir en un día de trabajo cavando a su alrededor una zanja con una azada, y él consiguió una gran extensión de terreno, pues el trabajo de la zanja se hacía con solo pasar su bastón. Construyó un hospital para los enfermos que iban a consultarle; reteniéndolos dos días, les servía potajes preparados con legumbres que él mismo cultivaba y que tenían la virtud de calmar las hemorroides.
Como cultivaba el campo muy bien, obtenía espléndidos frutos y bellísimas flores, algunos le envidiaban y una mujer llamada Baguenaude lo acusó de sortilegio. Faron el obispo lo convocó para una indagación y lo sometió a la prueba de esperar el juicio de Dios, sentado en una gran piedra, frente a la iglesia, y así estuvo Fiacro durante varios días hasta que al fin, convencido el obispo de su inocencia, lo mandó volver a su ermita, y a la calumniadora mujer la expulsó diciéndole:«¡Vuelve a tu rueca Baguenaude!.» Y desde entonces «Baguenaude» significa en francés perder el tiempo diciendo cosas ociosas e inútiles.
La piedra en la cual el Santo estuvo sentado esperando el juicio de Dios se hizo blanda como la cera al recibir la impresión de su cuerpo. Este y otros milagros probaron su inocencia. Y de aquí nació la leyenda de que los que se sentasen en esa piedra curarían sus hemorroides. Du Plessis, en su Histoire de L ‘Eglisede Meaux (1731), aunque duda de la veracidad de esta historia, dice que «hace siglos que en el monasterio de Saint Fiacre se conserva una piedra sobre la cual quienes padecen hemorroides se sientan pudorosamente sin desnudarse ni levantarse sus vestidos», y asegura que varios hombres y mujeres obtuvieron por este medio una completa curación.
San Fiacro murió el 30 de agosto del 670, y este día se celebra su festividad. Está enterrado en una capilla moderna en Saint Fiacre, en Brie, y es un famoso lugar de peregrinaciones no sólo para buscar remedio a las hemorroides, sino a las diversas afecciones anorrectales, intestinales y hemorragias rectales. Se dijo que Enrique V de Inglaterra (1413-1422) murió en Vincennes de la enfermedad de san Fiacro y que, a pesar de las oraciones al Santo, no se realizó el milagro.
Algunos quieren ver en ello la prueba de su origen irlandés más que escocés.
Bossuet, un sucesor de san Faron en el arzobispado de Meaux, oró ante el relicario del Santo por el restablecimiento de Luis XIV durante la famosa operación la fístula del rey (21 de noviembre de 1687). Y parece que también llevaron alguna reliquia del Santo a París para curar al cardenal Richelieu. San Fiacro fue asimismo el patrón de los labriegos y jardineros, y ésta es la razón por la cual aparece siempre con una azada en todas las efigies y grabados. Hoy ha descendido el culto a san Fiacro, quizá porque las hemorroides se operan mejor. En aquel tiempo los métodos operatorios eran el de Aecio de Constantinopla (<<exteriorización de las hemorroides con un gancho y sección de las mismas con un cuchillo de ancha lámina») y el de aplastarlas y cauterizar las con unas pinzas de hierro al rojo vivo. No es de extrañar, pues, que los enfermos prefiriesen hacer una visita al Santo antes de someterse a la operación.
Invocación a san Fiacro
Jesús, nacido en Belén, sufrió en Jerusalén y derramó su sangre. San Fiacro, por el poder de Dios, te suplico que digas y mandes a la sangre que deje de manar, como las aguas del Jordán se detuvieron para permitir a los hebreos entrar en el país de Canaán, y que ordenes al mal que deje de atormentarme, como el diablo dejó de atormentar a Jesús tras haber intentado en vano hacerle sucumbir.