El reinado de Luis XIV (1638-1715), el Rey Sol, llevó a Francia a una de sus épocas más gloriosas.
Pero, no todo fue “glorioso” durante este periodo, ya que durante varios años el Rey estuvo sufriendo “en silencio las hemorroides, para ser más exactos y precisos una fístula de ano.
El rey debía de sufrir problemas de estreñimiento crónico que derivaron en una fístula de ano con sus correspondientes dolores e irritabilidad al evacuar.
Siguió unos cuantos tratamientos, propios de la época, que no hicieron otra cosa que empeorar su real culo.
Durante un año se experimentó con los enfermos de fístula de ano para lograr una técnica para curar al rey.
Al no haber resultado curado ninguno de sus súbditos se autorizó a los cirujanos Charles Félix de Tassy y Bessières a operar al rey.
Félix de Tassy decidió que la única solución era una intervención quirúrgica, pero no la había realizado nunca, por lo que decidió experimentar con “otros” pacientes. Después de varias intervenciones y algún que otro contratiempo con los “voluntarios” decidió que ya estaba preparado.
El método quirúrgico empleado fue el de Fabricio D’Aquapendente, con un siringotomo cuya extremidad se continuaba en un estilete que hacía las funciones de guía para la incisión de todo el canal y fue llamado “bisturí royal”.
El día 15 de enero de 1687 el rey pudo considerarse ya curado y dar un paseo por los jardines de Versalles (dos meses más tarde de la intervención).
La curación del rey fue motivo de alegría para todo el pueblo y uno de los mejores músicos de la época, Jean Baptiste Lully, francés de origen italiano, decidió componer la canción/himno “Gand Dieu sauve le Roi”. Más tarde llegaría a convertirse en el himno de la monarquía hasta la Revolución Francesa.
En 1714, Georg Friedrich Haendel (o Händel) se encontraba de visita en Francia donde el himno era “el número uno de los éxitos”, y se quedó con aquella pegadiza música.
El 1 de agosto fue nombrado rey de Inglaterra Jorge I y Haendel, que ya había sido músico de cámara del príncipe Jorge en Hanover, se traslada definitivamente a Londres donde realizó sus mejores composiciones.
Dándole vueltas a aquella música que había escuchado en Francia, y haciéndole algún arreglo, se la ofreció a Jorge I como propia y terminó por convertirse en “God save the Queen”, o “God save the King”, el actual himno británico.